domingo, 12 de mayo de 2013



“Seguridad”, del latín, “SECURITAS” y su adjetivo “SECURUS”, que califica la condición de vivir “SIN TEMOR” o “DESPREOCUPADOS" 


Seguro de Accidentes Personales, Seguro de Crédito, Seguro de Desgravamen, Seguro de Garantía, Seguro contra  Incendio, Seguro de Responsabilidad Civil, Seguro contra  Robo, Seguro de Salud, Seguro de Vehículos Motorizados, Seguro de Vida, Seguro General, Seguro Obligatorio de Accidentes Personales, Seguros Colectivos, Seguros para animales, Seguro Universitario, Seguro Colectivo de Vida, Seguro Complementario de Salud, Seguro Oncológico, Seguro de Prestaciones Médicas Mayores, Seguro de Escolaridad, Seguro de Accidentes Personales, Seguro Catastrófico de Salud, Seguro Automotriz, Seguro Obligatorio.......

domingo, 12 de junio de 2011

jueves, 16 de octubre de 2008

A propósito de la exposición "La Salud de Chile", en Galería Florencia Loewenthal

La Pieza del enfermo.

“Puesto que el sueño es hermano de la muerte, a veces resulta difícil decidir en la pintura simbolista quién sueña y quién muere, quién duerme y quién está muerto.”

Jean Clair, “Arte y Psicoanálisis” (fragmento)

He tenido la fortuna de poder admirar el trabajo de María Victoria Polanco desde comienzos de los años 90, cuando por circunstancias profesionales compartimos labores en el taller de pintor Arturo Duclos. Por aquellos años su pintura estaba fuertemente influenciada por la ideas de llevar al lienzo la realidad fragmentaria de un cotidiano debatido entre la pérdida de sentido de las grandes luchas humanas y la caída de los paradigmas de nuestra sociedad occidental. Según lo que puedo recordar, las obras de ese periodo ponían en circulación las relaciones de la academia pictórica con las nuevas formas de representación plástica, para precisamente reflexionar sobre la veracidad de la pintura como un lenguaje capaz de hacer sentido sobre el modelo y su representación.

Varias de sus creaciones aludían a la significancia que tiene la observación atenta y minuciosa de la artista en poder depositar esos resultados desde la deposición matérica al óleo, o simplemente apelaban a la curiosidad de nuestra mirada como espectadores para que ella se dejase llevar por el sutil encuentro de una aguada sobre una lona tensada con una disposición de ojetillos al muro. Universo en donde también era posible hallar la relación del texto heráldico entre la materia pictórica y la transformación del objeto en gesto revestido. Frente a tal modo de hacer la noción de observación tenía una honda relación con el mirar, que como bien señala Jaques Derrida, “mirar es guardar: garder, en francés, provisto de un prefijo (regarder) como de un arma, señala su parentesco con hecho de dirigir la visión hacia. Mirar es tener cuidado, guardar, guardarse. Tener miramientos. Mirar es tener miramientos con lo que se ve. Igualmente significativo resulta el hecho de que la raíz germánica del verbo guardar, que viene de la palabra alemana warten (en inglés to ward), no esté lejos de la que en francés ha desembocado en el verbo curar (guérir) warjan. El sentido es garantizar, proteger.” (1) En otras palabras, la artista buscaba afanosamente representar pictóricamente ciertos objetos del cotidiano para guardarlos desde esa deposición convertida en mancha, revelada ante nuestra mirada como la parte de un todo.

Cuando hace un tiempo atrás visité una exhibición individual de María Victoria tras un largo silencio expositivo, aquellas pinturas volvieron a mi memoria como negativos fotográficos capaces de ofrecer a mi observación una cadena de imágenes guardadas, algunas de las cuales hoy comparecen en su puesta en escena “La Salud de Chile.” Sin embargo, me interesa retomar ese punto de encuentro entre su modo de ver la pintura al interior del taller de A. Duclos, debido a que mientras ella pacientemente iba construyendo su vocabulario visual, este último trabajaba en las nuevas posibilidades de la representación pictórica a través de los nuevos soportes. En un primer momento, - la medianía de los 90 por citar una fecha aproximada-; tal condición en la obra del pintor se transfirió hacia su obra, lo que visto con la distancia del tiempo no es más que la clásica vida al interior de un atelier donde el maestro y sus aprendices beben los unos de los otros de un mismo conocimiento.

Hecho este último que vino a poner en su pintura la permanente necesidad de tensionar la tradición de la academia pictórica al desvío de su representación por medio de la inclusión de elementos extra plásticos, y en él, una continua búsqueda de encontrar tradición y nobleza en la banalidad de la imagen o el soporte.

A partir de lo anterior, me atrevería a decir que buena parte de la pintura chilena de los 90 hasta comienzos del 2002, estaría anclada en un diagrama de trabajo como el que he descrito. Lo que en un principio denominé “Recuperación pictórica” (2), hoy debiera llamar “la imagen vigilante” porque gran parte de esas fascinaciones que inicialmente advertí en su pintura y en la de artistas tales como: Natalia Babarovic, Arturo Duclos, Voluspa Jarpa, entre otros; en la actualidad comparecen como una procesión de efigies, temas, formatos, particularmente procesos pictóricos, cada uno de ellos con fuerte identidad.

Desde ese punto de vista “La Salud de Chile”, viene a ser el elemento aglutinador y agitador de esas preocupaciones del otrora y la actual mirada de una artista interesada por los medios de representación y de modo particular, por la construcción de un contorno que bien delimite su tramado en curso, respecto a como ella define dibujo, color y pintura aunadas por el tema de la enfermedad.

La mañana del 11 de Septiembre pasado, -visité en estado de montaje-; la exposición de M.V. Polanco. Sin proponérmelo, ese primer encuentro con la serie de pinturas en formato pequeño, las vitrinas con diminutas creaciones y las impresiones digitales que simulaban dispensadores de papel de envolver, se vieron eclipsadas por una intervención en un rincón del muro principal de la galería, la cual tenía,-aún velada-; la imagen que describía el contorno de la pieza de un enfermo. Sin entrar en mayores detalles, cada una de las obras que estaban a vista y paciencia del espectador en la sala de exposición, describían pictóricamente los diseños de las distintas cajas de remedios que se expenden en el mercado chileno. Algunas se hacían más reconocibles, otras, eran más un juego de cromatismos en relación al formato en donde se inscribían. Sin embargo, este dibujo a plotter, en formato monumental, levemente adherido a las paredes de la galería y en estado de aproximación a la mirada pública, trajo a mi mente el trabajo gráfico de Valerio Adami. En especial, lo expuesto por J. Derrida en torno a un retrato de Walter Benjamin cuando indica, “se trata una vez más de la interpretación activa de fragmentos radiografiados, la estenografía épica de un inconsciente europeo, la interpenetración monumental de una enorme secuencia. Está estratificada pero al mismo tiempo es biográfica, histórica, económica, técnica, política, poética, teórica”. (3). Aseveración que dialogaba de modo elocuente con lo que esa mañana mis ojos observaban. Mas, ¿por qué esta arquitectura diagramada de una pieza, podía despertar todo ese cúmulo de interrogantes en mi meditación? Tal vez porque antes de exhibirse a la mirada del espectador, el velo de ese contorno actuaba como el soporte radiográfico de lo que las pinturas contenidas en las vitrinas –diseñadas a la manera de un botiquín casero-, al frente de esta obra detentaban. Ya que desde su visualidad eran un primer acercamiento a la historia de la medicina moderna en su versión de la autorecetación doméstica.

De modo certero, María Victoria Polanco dispuso esta serie de contenedores vidriados para introducirnos en las dimensiones cotidianas del guardar. Como si en el acto de conservación y almacenamiento la medicina actuase como un arma para la cura. Ya he hablado de la relación entre mirar y guardar, ahora me gustaría exponer como ésta actúa en las imágenes guardadas por la artista y lo que nosotros podemos mirar. Más aún, como en el enfrentamiento de estos objetos y el velo del dibujo que aún no ha visto la luz, la dimensión radiográfica nos delata la condición biográfica que ha llevado a la artista ha desarrollar esta serie de obras, quizás como un acto de cura. O bien, como una forma de buscar trazar el orden y la correspondencia entre salud y enfermedad. Si para el caso de Valerio Adami la figura de W. Benjamin es la visualización europea del inconsciente que describen las líneas de su dibujo, en la pieza del enfermo de M. V. Polanco, la arquitectura modesta que la construye, el mobiliario provinciano que le habita, es una primer acercamiento a un Chile alejado de sus grandes ciudades, en el sentido de platicar sobre las dolencias y su relación con el sueño y la muerte.

Carlos Navarrete

Artista Visual y Crítico de Artes
Santiago de Chile, octubre del 2008

Notas
1.- Jean Clair, en Elogio de lo visible. Editorial Seix Barral, Barcelona 1999, p.90.
2.- para una mayor comprensión de lo que sostengo véase un texto de mi autoría titulado “El Triángulo Paradigmático (Plástica chilena emergente), en Revista Arte UC. Nº12. Santiago, 1995. pp.8-12
3.- Jaques Derrida, en La Verdad en Pintura. Editorial Paidos, Buenos Aires 2001. p.184

lunes, 15 de septiembre de 2008


"LA SALUD DE CHILE"

“Costumbrismo: Género pictórico y literario que tiene especial atención en la representación de las costumbres típicas de un país o región”



María Victoria Polanco siguiendo la problemática pictórica presente en la tradición chilena, caracterizada en un primer momento por la indagación temática en torno al acontecer costumbrista local, establece una mirada sobre los hábitos que, numerosos individuos realizan en torno al recetario médico, transformando las farmacias en un referente directo del paisaje urbano, mediatizado por la inseguridad, el miedo, y la necesidad adictiva que conlleva “sentirse bien”.
La caja de remedios, utilizada por la artista objetualiza una práctica común en los hogares: el coleccionismo del consumo; creando a partir de ello, un diseño corporativo destinado a revisar otros relatos en torno a lo cotidiano.


M. Elena Retamal
En el casco antiguo de Santiago
septiembre 2008